LA BRUJA Y LA HECHICERA

¿Qué diferencia hay entre una hechicera y una bruja?, pregunta un chiste machista. Y se responde: cinco años de matrimonio. Pero hay otra historia, citada por Robert Johnson en el libro “Ser mujer”.





“Siendo aún un joven, el rey Arturo fue sorprendido cazando en los bosques del reino vecino y fue hecho prisionero por su rey. Hubiera podido ser ejecutado inmediatamente, ya que la muerte era el castigo que se aplicaba por transgredir las leyes de propiedad. Pero el rey vecino se conmovió por la juventud y carácter encantador del joven Arturo y le ofreció dejarlo libre, si podía encontrar la respuesta a una pregunta muy difícil en el plazo de un año.

La pregunta era: “¿Qué es lo que desea realmente una mujer?”. Esta pregunta hubiera dejado perplejo al más sabio de los hombres y parecía imposible de superar por el joven. Pero era mejor que ser ahorcado, así que Arturo volvió a su hogar y empezó a preguntar a todas las personas con las que se encontraba.

Prostitutas y monjas, princesas y reinas, sabios y bufones, todos fueron preguntados, pero nadie pudo dar una respuesta convincente. Todos estaban de acuerdo, sin embargo, en que existía una persona que podría saber la respuesta: la vieja bruja. El coste sería alto, ya que era un hecho conocido en todo el reino el que la vieja bruja pedía precios ruinosos por sus servicios.

Se acercaba el último día del año y Arturo fue llevado finalmente a consultar a la vieja bruja. Ésta estuvo de acuerdo en darle una respuesta que satisficiera al rey acusador, pero tenía que acordarse antes el precio. ¿Cuál era el precio?
El matrimonio de la bruja con Gawain, el más noble caballero de la Mesa Redonda, que era también el más antiguo y mejor amigo de Arturo.

Este miró horrorizado a la vieja bruja, que era fea, tenía un solo diente, exhalaba un aliento que hubiera enfermado a una cabra, hacía ruidos groseros y era jorobada. ¡Nunca se hacía visto algo más repugnante! Arturo se amedrentó ante la perspectiva de tener que pedir al amigo de toda su vida que asumiera esta carga por él. Pero cuando Gawain se enteró del trato, estuvo de acuerdo en que no era algo excesivo hacerlo por su compañero y para preservar la Mesa Redonda.


Se anunció la boda y la vieja bruja compartió su sabiduría infernal: ¿qué desea realmente la mujer? Quiere el dominio de su propia vida. Todo el mundo supo al oír esto que era la gran sabiduría femenina la que había hablado y que Arturo se salvaría. Por supuesto, el rey concedió a Arturo su libertad cuando oyó la respuesta.

!Pero quedaba la boda! Toda la corte estaba presente y tan dividida como el mismo Arturo entre el alivio y la pena. Gawain era cortés, amable y respetuoso; la vieja bruja mostraba sus peores maneras. En ninguna otra ocasión se había encontrado la corte de Arturo sometida a tensión similar. Pero prevaleció la cortesía y se celebró la boda.

Según la leyenda, la noche de bodas fue todavía peor y debemos correr un tupido velo sobre los detalles, exceptuando un momento maravilloso. Cuando Gawain estaba preparado para el lecho matrimonial, esperando que la novia se uniese a él, ésta apareció como la joven más hermosa que jamás hubiera podido desear un hombre. Lleno de asombro, Gawain le preguntó qué había sucedido. La joven le contestó que como él había sido cortés con ella, le mostraría su parte repugnante la mitad del tiempo y su parte afable y bella la otra mitad. ¿Cuál de las dos escogería para el día; cuál para la noche?.

Es éste un cruel dilema para un hombre, y Gawain hizo un cálculo rápido. ¿Quería una joven encantadora para mostrarla a sus amigos durante el día, y tener a una repugnante bruja durante la noche? ¿O quería la bruja durante el día y una adorable joven durante la noche? Como Gawain era un hombre noble le respondió que dejaría a la joven escoger por sí misma. Al oír esto, la joven le anunció que sería una fina dama para él día y noche, puesto que le había respetado y otorgado el dominio sobre su propia vida”.

Lo “masculino” y “lo “femenino”

La anciana sabia en su disfraz de bruja fea representa los aspectos rechazados de lo femenino en nuestra personalidad. La predominancia de lo masculino está b asada en los valores de fuerza, voluntad, razón, responsabilidad, objetividad. La ley, el orden, la forma y la ciencia nos han regido y nos rigen, desvalorizando la intuición, los sentimientos, la espontaneidad, la aceptación, la subjetividad, la paradoja, la espiritualidad.

Tanto los aspectos femeninos como los masculinos están presentes en hombres y mujeres, y la integración y el equilibrio entre ellos nos lleva a la armonía.

Recuperar los aspectos de lo femenino que han sido relegados nos permite superar la división entre espíritu y materia, nos pone en contacto con la creatividad, la función de relación, la nutrición, el erotismo y es respeto por la tierra y todas las formas de vida.

Recobrando lo femenino

El renacimiento de lo femenino como valor ya se está vislumbrando, aunque aún se cuente como gracioso el chiste a que se hace alusión. Hemos estado viviendo bajo la prevalencia de los valores venerados por lo masculino: el poder, el individualismo exacerbado, el materialismo, la indiferencia, la separación. En definitiva, la muerte. Todos y todas tenemos conciencia de que la historia del mundo ha sido la historia de sus guerras. Veneramos como héroes a quienes se dedicaron a matar y recordamos poco a quienes dan y protegen la vida.

Sabemos que estamos en una carrera de auto-destrucción a pesar de los avances científicos, en parte porque no hemos crecido de igual manera a nivel espiritual como lo hicimos a nivel tecnológico.

La integración de lo femenino rechazado repara este desequilibrio, porque a través de él nos comprometemos con el amor, el vínculo, la conexión, es decir, la vida. Las mujeres lo sabemos bien. Y muchos hombres también, afortunadamente.

La integración es sanadora

No aceptamos las disociaciones que nos parcializan, nos truncan, nos encasillan en estereotipos, nos agreden.

La bruja y la hechicera son dos aspectos de un mismo ser con múltiples expresiones que podemos elegir. Elegir es conquistar el dominio de nuestra propia vida. Aceptar todos los aspectos de nuestro ser es vivir en armonía con lo que es.


No me ignores,
porque soy la primera y la última.
Yo soy la respetada y la desdeñada.
Soy la prostituta y la mujer sagrada.
Yo soy la esposa y la virgen.
Yo soy la madre y la hija.
Soy los miembros de mi madre.
Soy la estéril, pero muchos son mis hijos.
Yo soy la de la gran boda,
pero no he tomado marido.
Soy el silencio incomprensible
y la idea que se recuerda con frecuencia.
Soy la voz de múltiples heridas
y la palabra con muchas apariencias.
Soy el murmullo de mi nombre.
Yo soy la vergüenza y la osadía.
No tengo vergüenza y estoy avergonzada.
Soy fuerza y soy miedo.
Yo soy la guerra y soy la paz.
Préstame atención.
Yo soy la infortunada y la mujer magna.

(Anónimo)

Publicado en el Diario La República de Uruguay el 16.07.2000.


Pintura: La bruja Morgana

ABUSO SEXUAL: SABER PARA PREVENIR




La pedofilia o abuso sexual infantil es TODA SITUACION DE CONTACTO SEXUAL -que por ser tal está en una posición de autoridad- y un menor, que por su desarrollo psicológico no alcanza a comprender la naturaleza de ese contacto, no puede dar consentimiento y no está en condiciones de oponerse por propia voluntad a la consumación del acto.

Puede estar acompañado de abuso físico o no, pero siempre implica abuso emocional, puesto que el niño o niña son tratados como mero objeto sexual de satisfacción del abusador, y no como persona integral que acepta libre y responsablemente la relación.

Implica abuso de poder y traición a la confianza del niño o niña depositada en el adulto que debiera protegerlo, y del cual muchas veces tiene una dependencia afectiva o económica. Este hecho mina su dignidad y autoestima, ya que la víctima es engañada antes del abuso, el cual puede ser puntual o durar años.



Mitos y realidades

Esto nos lleva a las siguientes precisiones:

Se cree que el abuso sexual es raro; sin embargo hay más de 500.000 casos denunciados cada año en Estados Unidos. Nótese que destaqué la denuncia, puesto que generalmente estas situaciones son guardadas en secreto (sobre todo si ocurre dentro del sistema familiar) y salen a la luz cuando el delito termina en daño físico o muerte. Denunciar es importante porque callar implica tolerancia e impunidad, lo que aumenta el poder del agresor.

¿Por qué este silencio?



  • porque la víctima de una situación de violencia no tiene la suficiente autoestima y ánimo para denunciar, puesto que no sabe cuál puede ser la reacción del agresor;


  • porque la víctima sea tan pequeña que no comprende qué sucede;


  • porque depende del agresor y puede sentir afecto hacia él;

  • porque se siente avergonzada o culpable;


  • en el caso de niños más grandes, por temor al estigma social.


  • Se cree que las personas que abusan de un niño o niña suelen ser desconocidos, cuando la realidad muestra que en el 75 por ciento de los casos o más, el abusador es familiar o conocido del niño-a.


    La experta estadounidense Susan Brownmiller señala además que:



    • el abuso sexual de niños es mayor que el maltrato físico;


    • la edad promedio es 11 años; el primer contacto se da entre los 6 y los 9 años y finaliza entre los 14 y los 16;


    • entre el 75 por ciento y el 90 por ciento de los niños no lo cuentan a nadie;


    • el 97 por ciento de los abusadores son hombres y el 92 por ciento de las abusadas son niñas;


    • en el 40 por ciento de los casos el abuso no fue un hecho aislado, sino que se extendió por un periodo prolongado que va desde algunas semanas hasta 7 años;


    • la fuerza fue usada en el 60 por ciento de los casos;


    • el 15 por ciento fue incentivado con dinero o regalos y el 25 por ciento de los casos se basó en la lealtad y el afecto natural del niño o la niña.

    Se cree que los abusadores son personas marginadas social o económicamente y eso no es así: el incesto y la pedofilia aparecen tanto en clases sociales, cultural y económicamente altas como bajas, aunque sí es de tener en cuenta que existen factores que pueden propiciar el abuso. Entre ellos está el hacinamiento que puede llevar al niño-a a ser testigo de actividad sexual; la pobreza que puede empujarlo a la prostitución para mantenerse; la falta de educación sexual y de un ámbito familiar saludable con límites y protección, que pueden ser caldo de cultivo para el abuso sexual, pero no son determinantes.


    Se cree que los abusadores tienen trastornos mentales. No obstante, la realidad muestra que la mayoría de ellos pueden llevar una vida aparentemente normal y muchas veces son moralistas rígidos.


    Perfil del abusador


    Diversas investigaciones intentan explicar las razones que llevan a una persona a cometer violencia sexual. No se ha podido establecer un perfil definido, pero algunas de las causas identificadas son: desprecio de la relación con mujeres o hacia la sexualidad en general; baja autoestima; historia familiar de haber sido testigo o víctima de violencia sexual; alcohol o drogas; trastorno mental.



    Una cosa es clara: recurren a la violencia sexual como forma de control y poder. No violentan a una persona a la cual sienten como un igual (Duquet, 1995). El abusador precisa alguien más débil.


    También hay otros tipos de abusadores sexuales:




    • el que aprovecha una relación eventual con un niño o niña si le es ofrecida;


    • el que prueba todas las variedades sexuales esperando encontrar estímulos crecientes, sobre todo en el “turismo sexual”;


    • el que tiene temor al sida y busca menores con la fantasía de que no van a ser infectados por una persona joven;


    • el que se dedica a prostituir a niños y niñas traficando con ellos o haciendo pornografía.

    Consecuencias para los niños y niñas



    Inmediatas :



    • sentimientos de culpa por creer que hizo algo malo;


    • baja autoestima y vergüenza por sentirse “sucio” y dañado;


    • sentimientos de indefensión, de desamparo, falta de confianza en sí mismo-a


    • múltiples miedos: a las consecuencias del acto sexual en sí;


    • a las consecuencias por haber revelado el secreto; a estar solo-a; a confiar en las personas;


    • depresión y angustia, que también puede expresar enfermándose;


    • rabia reprimida: hacia el abusador y hacia sus padres o las personas que debieron haberlo protegido.

    Tardías:



    • desvalorización;

    • tendencia a proteger a quien lo-a ha dañado buscando incluso la aprobación del abusador;

    • tendencia a aceptar culpas y responsabilidades de otros como propias;

    • se ocupan exageradamente de las necesidades de los demás;

    • presentan disfunciones sexuales y miedo a la intimidad emocional;

    • dificultad para disfrutar de la vida en general;

    • trastornos más graves de tipo disociativo en algunos casos.

    ¿Qué pueden hacer los padres y las madres?


    • Tratar de que el niño o la niña exprese esas emociones reprimidas arriba mencionadas, hablando del hecho.

    • Protegerlo de sus miedos.

    • Reducir sus sentimientos de culpa, para que no se sienta “malo”.

    • Buscar ayuda psicológica.

    Además, importante a tener en cuenta:


    • Educación sexual de los niños y niñas desde edad temprana dentro de su capacidad de comprensión, explicándoles qué es un abuso, quiénes pueden ser potenciales abusadores y qué hacer. Esto puede ser hecho dentro de la familia o cualquier otro vínculo de afecto y protección que tenga el menor, y también en la escuela. Si no lo hacemos estaremos incurriendo en una falta de omisión.

    • Educación de los padres: dar a los niños amor, seguridad, límites y valores; darles adecuada información a sus hijos e hijas para que se cuiden a sí mismos, sin una visión negativa de la sexualidad.

    • Educación de los profesionales cercanos: que los maestros-as, trabajadores de la salud, etc., conozcan los alcances de este problema y sepan detectarlo e intervenir adecuadamente. Sobre todo, que si el niño o la niña habla, le crean e investiguen, y no piensen que es sólo una fantasía, y que sean muy cuidadosos de no inculpar a la menor.

    El responsable es siempre el adulto, que es quien tiene el desarrollo psicológico para decidir.


    Todos somos responsables



    La información no alcanza si no comprendemos que existe en nuestra sociedad un sistema de dominación del más poderoso sobre el más débil, que impregna todos los ámbitos en que nos movemos.


    Priorizar la dignidad del ser humano, eliminando el entramado social de las desigualdades de género, raza, clase, culturales o económicas, propugnando un sistema de justicia social.


    No alcanza si no nos oponemos a que nuestros niños y niñas y nuestros jóvenes y ninos sean erotizados por la publicidad para vender todo tipo de productos, manipulándolos.






    Si no comprendemos que sólo imponer leyes punitivas más severas no es la solución si no va acompañado de educación.


    Si no desarticulamos definitivamente las estructuras de poder que son estimuladas en nuestra sociedad.

    Esa situación de falso poder es lo que se recrea en una violación.


    Bibliografía:

    Brownmiller, S. (1975 ) Against Our Will: Men, Women and Rape. Ballantine.
    Duquette, D.(1995) "Representing the Child: Current Issues in America", Representing Children, University of
    Liverpool, U.K
    Duquette, "Child Protection – What Ought to Be." Fam. Advoc. 31, no. 3 (2009)

    Publicado en el Diario La República (de las Mujeres) el 26.04.1998.

    CRISIS: PELIGRO Y OPORTUNIDAD



    El ideograma chino para la palabra crisis expresa “peligro y oportunidad”: el peligro de la pérdida y el dolor, y la oportunidad del crecimiento y la salud.


    Los acontecimientos críticos



    El solo hecho de ser humanos y estar vivos nos pone en situación a todos-as de experimentar diferentes crisis a lo largo de nuestra vida. Nadie puede evitarlo; el nacimiento mismo es una crisis. Y así sucesivamente habrá crisis propias de las etapas del desarrollo humano que todos conocemos, las perturbaciones de la infancia, la búsqueda de identidad y de rol en la adolescencia, la necesidad de intimidad y pareja (o soledad) así como la inserción social y laboral en la adultez joven; la transición a la adultez media haciendo el “balance de la mitad de la vida” y asumiendo la partida de los hijos que dejan “el nido vacío”; el enfrentamiento con el envejecimiento, la jubilación y la probabilidad de la muerte del adulto mayor.


    Sumados a todos los hechos que tarde o temprano pueden ocurrirnos en el transcurrir del tiempo: una enfermedad grave, la muerte de un ser querido, la pérdida del trabajo o de una relación importante, conflictos familiares, accidentes, emigraciones, desastres naturales o cualquier otra experiencia que vivamos como traumática.

    La buena noticia


    En los momentos más difíciles, cuando los riesgos son muy grandes y estamos muy sacudidos emocionalmente existe la posibilidad de que podamos crear algo nuevo y mejor. Aquello que actuamos “entre la espada y la pared” puede llevarnos a un desastre, pero también al renacimiento y crecimiento personal si somos capaces de enfrentar positivamente el acontecimiento, aprendiendo a tener un cierto control sobre el mismo y tratando de encauzarlo de manera que nos sea útil.


    Causas y consecuencias de las crisis


    Cuando nos referimos a la crisis desencadenada por un acontecimiento terrible, la sentimos como un estado de extrema alteración emocional. También puede ser más encubierta, y algo objetivamente insignificante ser la gota de agua que desborda el vaso; un vaso que ya estaba lleno de estrés del cual quizás no nos habíamos percatado.


    Quiero hacer una salvedad: también un hecho positivo puede ser vivido como crítico: un ascenso, el matrimonio, el nacimiento de un hijo, un viaje.


    Por lo tanto tenemos varias causas probables: pérdidas de algo o alguien significativo, amenazas al orden establecido en nuestra vida, y desafíos para los cuales no nos sentimos preparados.


    Cualquiera sea su causa, la crisis provoca un caos que afecta todos los aspectos de nuestra vida: sentimos emociones nuevas, hay grandes alteraciones en nuestra rutina normal, podemos tener síntomas físicos de enfermedad, y nos crea tensiones en nuestras relaciones con los demás.

    Y lo más destacable: afecta profundamente la visión que se tiene de sí mismo y de la vida. Casi todas las personas en crisis se describen diciendo que sienten que se vuelven locas. Pueden estar enfadadas con todo el mundo, llorar por los rincones de manera inconsolable, tener “ideas extrañas” o hacer cosas que nunca hicieron antes. En realidad, todas éstas son reacciones normales ante acontecimientos anormales.


    Se tiene la sensación de que no se puede controlar la propia vida; la persona se siente indefensa y vulnerable. Pero es justamente la conciencia de vulnerabilidad, la baja de defensas, lo que abre la puerta a ideas nuevas para desarrollarse, y pavimenta el camino para reponerse.

    La superación

    Aunque durante al acontecimiento traumático tengamos la sensación subjetiva de que “es eterno”, la crisis no es para siempre. Es pasajero. Nuestro cuerpo no nos permite vivir en un estado permanente de dolor. De alguna manera nos reponemos.


    Justamente lo importante es de qué manera nos reorganizamos: ¿para vivir mejor?, ¿aprendimos algo?, ¿nos abrimos a mejores opciones?, ¿o nos cerramos a las posibilidades, restringimos nuestras relaciones y asumimos una visión pesimista de la vida?


    Podríamos resumir las posibles resoluciones en tres: muerte, debilitamiento y crecimiento. Usted elige.


    Y como yo elijo el crecimiento, es en lo que me centraré. Es el único resultado positivo de una crisis, cualquiera sea la forma que adopte. Es la elaboración de la experiencia crítica de manera que ésta pase a formar parte de la trama de la vida, dejando a la persona preparada para enfrentar mejor el futuro.


    A menudo las personas que han crecido mediante las crisis cuentan que “nacieron de nuevo”, que “están haciendo cosas y descubriendo habilidades que no sabían que tenían”, que “el dolor acercó a los miembros de la familia”, que “se reencontraron con Dios”, o simplemente descubren que eran más fuertes de lo que creían. Cambiar la mentalidad es la clave.

    Esto significa interpretar los aspectos de la situación crítica de manera de :
    - comprender qué es lo que uno-a piensa de la crisis
    - adaptar las actitudes y creencias para asegurar el crecimiento a través de la misma.


    Comprender qué ocurrió y qué sentido tiene para nuestra vida ese acontecimiento, teniendo en cuenta que: los hechos no se pueden cambiar, pero el significado y la interpretación de los mismos, sí.


    Hay dos caras en una moneda. Y mi sugerencia es: mire el reverso de la moneda. Trate de observar la situación desde el punto de vista opuesto y vea si puede así lograr percepciones nuevas del hecho, que tal vez no se le habían ocurrido.


    Busque en sus recursos internos la solución desde su creatividad.


    BUSQUE LA OPORTUNIDAD.



    Publicado en el Diario La República de Uruguay el 21.06.1998.

    DE LA CINTURA PARA ABAJO








    Pocos hombres hacen el amor como le gusta a una mujer. Algunos realizan un coito y muchos simplemente se conforman con utilizar el cuerpo de la mujer como receptáculo de su esperma para alivio de sus “urgencias sexuales”. Esto lo puede escuchar cualquier hombre de boca de muchas mujeres, si tiene la valentía de preguntarlo y la humildad de aceptar la respuesta.

    Y no me refiero a técnicas, sino a sensibilidad y consideración. Y, señores, como imagino que deben estar enfadados al leer estas aseveraciones, paso a explicar sus fundamentos.

    De qué se quejan las mujeres

    Más allá del tipo de relación del que estemos hablando, las mujeres suelen quejarse sobre todo de la ausencia de afecto y caricias que preceden a la relación sexual, aún en hombres que dicen querer a esa mujer. Los intercambios sexuales suelen limitarse al coito, y las caricias, si existen, tienen como fin preparar a la mujer para la penetración.

    Tampoco hay mucha expresión de afecto después de la relación, y mientras que las mujeres esperan un abrazo, una ternura o una palabra, muchos hombres simplemente se apartan, fuman, se levantan, se van o...se duermen sin más trámite (a veces encima de la infortunada).

    Las mujeres también se quejan de que los hombres no saben cómo acariciarlas, y lo que es peor, si se atreven a sugerir el modo que les resulta más placentero, probablemente su compañero se moleste.

    Es que hay muchos factores que inciden para que hombres y mujeres nos vivamos como seres de diferentes planetas en lo que a entendimiento sexual se refiere. Y no es que sean tantas las diferencias, sino cómo las ha acentuado la educación sexual (¿o debería decir el analfabetismo sexual?) que recibimos a lo largo de nuestras vidas.

    Factores de represión

    Existen factores fisiológicos que diferencian la forma de vivir la sexualidad de hombres y mujeres. Sin duda. Sin embargo, creo que tienen más peso los factores socioculturales en este desencuentro.

    Durante mucho tiempo nuestras tradiciones religiosas han condenado el disfrute del placer sexual por sí mismo, sin un fin procreativo. Todos sabemos, no obstante, al menos a nivel racional, que interpretar la necesidad sexual como función biológica únicamente al servicio de la procreación, es un método represivo de una ideología conservadora.

    Desde hace cuatro mil años, el mito del amo y la esclava en el lecho (y fuera de él) del macho omnipotente y la virgen sumisa representan los papeles que les ha adjudicado el contexto sociocultural. La meta de las relaciones sexuales era, en todo caso, proporcionar placer al hombre por medio de la penetración y la eyaculación. La mujer era un receptáculo poco interesada en el juego.

    Luego de la revolución sexual de la década del sesenta, se admite que las mujeres sientan placer y alcancen el orgasmo. Pero seguían siendo pasivas. El macho, supuestamente experto en la cuestión, es quien controlaba la situación, a él le incumbía enseñar y/o satisfacer a la compañera sexual.

    En la década de los setenta las mujeres empiezan a revalorizarse y a comprender que durante mucho tiempo estuvieron tratando de vivir su sexualidad como se esperaba de ellas, esto es, dejando que la misma se convirtiera en una respuesta social e ideológica más que personal.

    El hombre ha sido el modelo, la referencia para conocer la respuesta sexual de la mujer. Tal como el hombre siente, se espera que la mujer responda. Este error fue esclarecido al comprender que el placer sexual femenino no es efecto o derivado, exclusivamente del placer peneal.

    El problema es que a partir de las diferencias anátomo-fisiológicas para la reproducción, hombres y mujeres vivimos un proceso de culturización, diferenciado que nos va alejando, con aprendizajes divergentes en la vivencia amorosa. Aunque también se entremezclan la ideología represiva con la famosa doble norma moral, por la que los hombres tienen derecho a ejercer su sexualidad cuándo y cómo quieran y las mujeres son juzgadas negativamente si hacen lo mismo.

    ¿Diferencias reales o aprendidas?

    Es cierto, dijimos, que existen reales diferencias en la forma de vivir la sexualidad de hombres y mujeres. Probablemente la mayoría de las mujeres tienen mezclada la afectividad y la sexualidad. Esta afectividad no tiene por qué estar relacionada necesariamente con el tiempo de la relación o con el compromiso por la otra persona.

    Raramente una mujer se siente exclusivamente como cavidad receptora de un pene. Las mujeres se viven como una globalidad que necesita expresiones de sensualidad a nivel de todo su cuerpo y no sólo de sus genitales. Esa unidad incluye también la relación mente-cuerpo, por lo que les resulta difícil -afortunadamente- hacer la división a la que alude el título de este artículo.

    Esta división es frecuente en los hombres, y expresa simbólicamente que su entrega en la relación es exclusivamente a nivel sexual pero no afectivo. Es parte de la educación machista que los hombres aprendan a no manifestar sus emociones, lo cual es sentido como expresión de su superioridad frente a las “histéricas” hembras que se dejan llevar por lo que sienten.

    Aparte de esto los hombres manifiestan, en general, que no necesitan de las caricias en la misma medida que lo reclaman las mujeres. No saben lo que se están perdiendo.

    La importancia de las caricias

    Es un hecho comprobado que los estímulos cutáneos son esenciales para el desarrollo armonioso del comportamiento psíquico del niño. El equilibrio psíquico y físico del adulto también requiere de las sensaciones táctiles. La estimulación permanente de la piel sirve para mantener el tono sensorial, motor y afectivo, como si el cerebro necesitara una excitación continua para mantenerse activo.

    Cuando dos personas se aproximan, se miran, se sonríen o se abrazan, se establece entre ellas un “campo de resonancia”, que desencadena una respuesta física con cambios en el tono muscular y se producen modificaciones en la tasa de hormonas que entran en el torrente sanguíneo, en los proceso enzimáticos, en los niveles de atención, en la percepción, en una palabra, en la totalidad del organismo.

    Además, cuando una persona se siente acariciada y deseada por otra, refuerza su sentimiento de autoestima. Valoriza su cuerpo como algo agradable capaz de despertar deseo y brindar placer. Los contactos enriquecen la imagen del cuerpo y por el contrario, las represiones inculcadas en la primera infancia producen zonas ciegas o insensibles del esquema corporal. Muchos casos de anorgasmia provienen del “no te toques”, “no te dejes tocar”, como mandatos parentales.

    La persona adulta sufre las frustraciones de épocas anteriores o del momento presente, si no está recibiendo suficientes caricias. Cuando el inconsciente somatiza la angustia de la frustración afectiva lo hace frecuentemente a través de afecciones de la piel.

    Asimismo, la ansiedad provocada o reforzada por la insatisfacción táctil o afectiva puede provocar dolorosas contracciones musculares, en particular a nivel de los músculos posteriores, produciendo el “acorazamiento” muscular.
    Importante es entonces recordar que tocar y acariciar son fines en sí mismos, no sólo medios para lograr un orgasmo.

    El hombre y la mujer nuevos

    Mujeres y hombres pueden enriquecerse aceptándose en su totalidad; aceptando que todos tenemos una parte femenina y una masculina en nosotros que es necesario equilibrar.

    El hombre nuevo aceptará esa parte femenina de su personalidad sin temor. Tendrá así derecho a ser sensible, vulnerable, tierno y también tendrá derecho a pedir y dar; el derecho a no excitarse, a no penetrar, ni eyacular si no lo desea. Tendrá derecho a acariciar y ser acariciado. No estará obligado a tomar siempre la iniciativa.

    Por su lado, la mujer nueva no se conforma con estar pasivamente disponible y a la espera, sino que actúa. La mujer nueva quiere un compañero verdadero, capaz de sentir, de expresar, de compartir emociones y no un individuo disociado que se esconda tras una coraza de falsa virilidad.

    Quiere un hombre entero, que no se castre de la cintura para arriba, por temor a la entrega de su corazón.


    Bibliografía:
    Gomensoro, A., Lutz, E. (1989) Geografía del Sexo, Uruguay.
    Masters & Johnson (1966) Respuesta Sexual Humana.
    Leleu, G (1983) La importancia de las caricias, Editorial Bien Etre.

    Publicado en el Diario La República de las Mujeres de Uruguay el 16.06.1991.

    Pintura: "Adán y Eva" Durero.

    LUCES Y SOMBRAS DE LA CUSTODIA COMPARTIDA





    Como toda-os sabemos en muchos países lo habitual es que los niños y niñas menores permanezcan con su madre y el padre tenga un convenio de pensión de alimentos y visitas más o menos amplio.




    Esto suele generar una distribución desventajosa del tiempo -cuantitativa y cualitativa- para las madres, quienes continuamente se quejan de que ellas son las que llevan la peor parte por quedar recargadas en su rol, haciendo en la práctica de padre y madre, cumpliendo horarios extenuantes entre su trabajo fuera y dentro del hogar.

    Mientras tanto, el padre físicamente ausente de la cotidianidad, se queja de que no participa del crecimiento y la educación de sus hijos, pasando a cumplir únicamente el papel de proveedor de pensión y haciendo casi una función de “tío”, sacando a los niños a pasear los fines de semana, cubriéndolos de regalos o comportándose permisivamente “porque es tan poco el tiempo que estoy con ellos que no voy a estar regañándolos”.

    Esto en el mejor de los casos; en los peores los padres utilizan otros mecanismos para “comprarse” la preferencia del hijo o hija, inconscientemente o no, fomentando una coalición en contra de la madre, que puede hacer del niño un manipulador de las situaciones en su supuesto “beneficio”.

    Sin siquiera mencionar el tema de las mil formas de violencia solapada en contra de la mujer que se ponen en marcha con el manejo de las pensiones de alimentos, y que más o menos todos y todas conocemos.

    Doy este solo ejemplo porque éste es un tema extenso con muchas puntas, y mi intención es hacer otro tipo de análisis más profundo, que no pase solamente por lo que se ve en lo manifiesto, en los hechos cotidianos, ni tampoco entraré en los beneficios y perjuicios para los niños.



    Pretendo mostrar -o quizás insinuar- que hay algo más debajo de la punta del iceberg de lo cual las personas no somos conscientes, a fuerza de haber sido condicionadas.

    Quiero dejar antes en claro que creo que sería la situación ideal que madres y padres compartieran el cuidado de sus hijos e hijas durante la convivencia y eventualmente después de una separación.



    La que se separa, de hecho, es la pareja conyugal, no la pareja parental. Y se divorcian los cónyuges entre sí, no de sus hijos. Además, tanto mujeres como hombres están capacitados para cumplir rol “materno” o “paterno” indistintamente.

    La ideología dominante

    Hasta aquí todo hace pensar que lo ideal sería entonces de la custodia compartida. Sólo que hay un pequeño detalle que se nos olvida en este razonamiento, y que es de lo quiero ocuparme: no vivimos en un mundo ideal en el cual mujeres y hombres hayamos sido educados como personas completas, con todas nuestras potencialidades, integrando los aspectos femeninos y masculinos de nuestra personalidad.

    Por el contrario, hemos sido construidos socialmente como hombres y mujeres de esta cultura, en la cual son reprimidas determinadas características y propiciadas otras, según lo esperado para cada sexo. Pocas personas tienen conciencia de ello y menor cantidad aún lo cuestiona y/o lo cambia.

    Vivimos en un mundo en el que la realidad es que todas y todos somos educados (¿o debería decir deformados?) por la ideología patriarcal. ¿Y qué es el mentado patriarcado? El tema fue introducido en el siglo pasado por Johan Jakob Bachofen, fislósofo suizo.

    Me gustaría citar algunas definiciones del término para que usted tenga sus propios elementos de reflexión. Dice el sociólogo Josep Vicent Marqués : “Existe (en la sociedad) un conjunto estructurado de prácticas sociales y de representaciones ideológicas que podemos denominar con el nombre tradicional de patriarcado o sistema de dominación masculino”.

    Dice la psicóloga e historiadora Victoria Sau del patriarcado : “Es una toma de poder histórica por parte de los hombres sobre las mujeres cuyo agente ocasional fue el orden biológico, si bien elevado éste a la categoría política y económica. Dicha toma de poder pasa forzosamente por el sometimiento de la mujer a la maternidad, la represión de la sexualidad femenina, y la apropiación de la fuerza de trabajo total del grupo dominado, del cual su primer pero no único producto son los hijos”.

    Hijas e hijos del patriarcado




    Aún me impacta cada vez que leo esa definición. Creo que en pocos momentos las mujeres tienen real conciencia de que sus hijos e hijas a quienes gestan, paren con dolor, amamantan, crían, educan, socializan y muchas veces mantienen solas, no son sus hijos e hijas. Y ciertamente no lo estoy diciendo en el tono poético con que Khalil Gibran dijo que se pertenecían a sí mismos. Me estoy refiriendo a que pertenecen a la “institución de la paternidad”.

    ¿Le resultan familiares estos ejemplos? :

    - llevan el apellido paterno
    - se dice que una mujer le “da” equis cantidad de hijos a su pareja - una mujer tiene una hija tras otra hasta que llega el ansiado hijo varón que la “dignifique” como madre (aunque luego ese mismo hijo la desvalorice por su sola condición de mujer y la tenga de criada sin paga, usufructuando de su derecho de varón).

    La paternidad como institución defiende el derecho de los padres, decide la clase de educación que recibirán los hijos e hijas, su forma de interpretar el mundo y su manera de asumir las funciones según el sexo, para que sigan perpetuando generación tras generación esta ideología, sin criticarla y mucho menos desobedecerla. El Estado y la religión encarnan la paternidad a nivel simbólico.

    El mayor peligro del poder patriarcal es que se ha hecho invisible y ni las propias mujeres toman conciencia de él, porque se lo ha decretado “natural”. En cuanto a los hombres, también salen perjudicados por esta ideología, pero la mayoría aún no desea renunciar a los privilegios que el sistema les otorga.

    Algunos que han comenzado a cuestionarse, se sienten confundidos ante el cambio y las demandas femeninas, sin tomar conciencia de que ellos también salen beneficiados con las transformaciones.

    No profundizar la desigualdad

    Volviendo al tema central, ¿cómo influye el hecho de la la custodia compartida se proponga dentro de un marco cultural patriarcal?

    Mi temor es que se podría estar promoviendo aún más el poder masculino sobre los hijos, en detrimento de la autoridad materna (que de hecho “desaparece” en presencia de la paterna).

    Supuestamente, la custodia compartida proporcionaría iguales condiciones a la madre y al padre para criar a sus hijos. Sólo quiero en este punto recordar que la verdadera justicia no es la igualdad lisa y llana, sino el trato desigual a situaciones desiguales.


    Si se diera igualdad de condiciones legales en este tema a mujeres y hombres, quienes, como se ha analizado , no son aún “iguales” socialmente en el relativo a oportunidades y poder, se podría aumentar la desigualdad ya existente.

    Que no se confunda este concepto. La solución no radica en actitudes paternalistas hacia la mujer desde una posición de superioridad: eso es ayudar a quien previamente se ha puesto en condiciones tales que luego se vio en la necesidad de pedir ayuda. Esta actitud sólo mantendría el statu quo.

    El cambio real pasa por el reconocimiento, tanto de lo que pueda haber de diferente entre los individuos de uno y otro sexo, como desde la igualdad en derechos y dignidad humana.


    Sin un sistema de dominación de parte de ninguno, sino entendiendo el poder como potencia, como capacidad de pensar y actuar sin que ese poder se utilice para forzar a otras personas. El amor es poder con, no poder sobre otras personas.

    En busca de la armonía

    En cuanto a la custodia compartida, personalmente creo que en la práctica, aquí y ahora, no existe una solución perfecta para ninguno de los implicados, sino que cada solución conlleva beneficios y perjuicios y cada caso necesita de un estudio particular.


    Yo no sé cuál será la solución conveniente para usted. Aquí sólo intenté proporcionarle un poco de información para que ampliara su visión y no se deslumbrara con medias verdades. Sólo la o lo previne para ponerlo a pensar con sentido crítico. Usted puede decidir por sí misma-o lo que es mejor para su vida, y es la única persona que tiene derecho hacerlo. No me ceda a mí ese derecho, no se lo ceda a nadie.

    En todo caso, ábrase a la incertidumbre de los cambios que puede ser muy fecunda si trabajamos con ella para enriquecer su significación y su función en nuestra vida.


    Estamos en el proceso de re-definirnos en nuestra identidad como hombres y mujeres de esta época , en un momento en que aún encarnamos valores culturales ancestrales y buscamos los nuevos simultáneamente. Debemos recrearnos a nosotros-as mismas como personas integrales.

    Mujeres y hombres, hombres y mujeres, tendremos que encontrar la forma de convivir en armonía.






    La batalla de los sexos, hay que dejarla atrás.



    Bibliografía:
    Gibran, K. El profeta.
    Marqués, J. La construcción social del varón.
    Sau, V. Diccionario Ideológico feminista.


    Publicado en el Diario La República (de las Mujeres) de Uruguay el 10.12.1995.
    Dibujo de la web http://www.divorcioexpressweb.com/

    LA MADRE EN UNA SOCIEDAD PATRIARCAL






    En una sociedad patriarcal ser madre es ser mujer-de-y-para-otros. Es hacer trabajo invisible, no pagado, no reconocido ni protegido por leyes, y generalmente descalificado (cómo se va a pagar, si se convence a la mujer que debe hacerlo “por amor”; claro que con ese criterio a ella no la quiere nadie, porque la recíproca nunca llega).

    La mujer-madre procrea y reproduce seres humanos. Aplica su trabajo para reproducir material y afectivamente a sus hijos e hijas, para humanizarlos en su propia cultura, en su época, de acuerdo a su género, su clase, sus tradiciones, etcétera.

    A través de la maternidad, la mujer es transmisora, defensora y custodia del orden imperante en la cultura y la sociedad. En ello gasta mucha energía física, afectiva e intelectual.

    El ser-para-y-de-los-otros le da a la madre cierto poder maternal, que puede ser bien o mal usado. En la opresión, los oprimidos también tienen poderes derivados del poder mismo; con ello se defienden o lo ejercen sobre otros más desvalidos.

    La ideología “amorosa” que aún impera en muchos lugares consagra en el vínculo hombre-mujer la desigualdad; es una ideología basada en la propiedad de las personas: de los niños y niñas en su invalidez y minoridad y de las mujeres que tienen necesidad de depender de un hombre.

    La mujer lamentablemente es custodia y reproductora del mismo patriarcado que la somete cuya metodología es la dependencia y a veces el miedo y otros la falta de conciencia acerca del funcionamiento del sistema.

    La madre que reproduce esta ideología es víctima y cómplice inconsciente. Su tarea es conquistar interiormente su libertad, para educar hijos e hijas libres.

    Bibliografía: Lagarde, M. (1990) Cautiverios de las mujeres. UNAM, México.
    Publicado en el Diario La República (de las Mujeres) de Uruguay el 14.05.1995. (extracto)


    Pintura: Madre e hijo de Gustav Klimt

    LUCES Y SOMBRAS DE LA PARENTALIDAD








    La pareja procreativa

    Existe aún una tendencia a considerar la procreación como meta de la pareja estable. Esta visión se da comúnmente entre las parejas más jóvenes; las parejas cuyos miembros tienen edades más avanzadas ponen el acento en los valores intrínsecos de la vida en común o en la realización personal.


    Efectivamente, el sentido de la sexualidad no se agota en la función de reproducción, sino que está al servicio de la felicidad amorosa de la pareja. Y a no olvidar tambien que existen muchos tipos de familias, no solo la heterosexual.

    La planificación familiar

    La influencia de nuestra tradición judeo-cristiana lleva a que haya parejas que no planifican a causa de sus creencias religiosas, aunque tengan conciencia de la necesidad de hacerlo. Otras sienten que le quita espontaneidad a la relación.


    Sin embargo, la fertilidad controlada racionalmente es sinónimo de paternidad y maternidad responsables, siendo este control una responsabilidad de ambos miembros de la pareja.

    El control de la fertilidad sólo es posible a través de una correcta información sobre el uso de los métodos anticonceptivos (o pro-conceptivos).

    El sentido de ser padres y madres

    En la concepción -un hecho que es aparentemente biológico- tiene también importancia lo psicológico y lo ambiental. Las causas profundas que llevan a reproducirse tienen su base en el instinto de vida, cuya expresión es el deseo de un hijo o hija. No obstante, las motivaciones actuales que hacen surgir la aparición de ese deseo, pueden ser múltiples.

    Señalaremos algunas (refiriéndonos sobretodo a la procreación biológica):

    - buscar la comprobación de la femineidad/masculinidad y/o fertilidad.
    - tener en el hijo-a una compañía o “posesión”
    - dar el hijo-a como “regalo” al marido
    - estatus: el hijo varón que reafirma la imagen del padre
    - “salvar” una pareja en crisis o estabilizarla
    - buscar una plenitud que quizá no se logró a través de la realización personal en otras áreas
    - y la más evolucionada: sentirlo como el mayor acto de creación y reafirmación del amor de la pareja.

    La parentalidad es en última instancia el deseo de trascendencia, la superación de la muerte a través del hijo.

    Las expectativas con respecto al hijo o hija

    Las expectativas son diversas. Hay familias en las cuales se depositan expectativas excesivas, ocupando el hijo el lugar central: por ejemplo, el hijo único o intensamente deseado, el hijo de padres viejos, el hijo substituto de otro anterior muerto. En este último caso el niño o niña tendrá que cumplir con expectativas abrumadoras y le será difícil ser él mismo o ella misma.

    Si en cambio el niño-a no fue deseado-a o es hijo-a de familia muy numerosa, su auto-imagen será pobre, pues no será suficientemente estimulado (hablamos siempre de generalidades).
    Si las expectativas son contradictorias, los hijos-as recibirán una vivencia de confusión e inseguridad. El desarrollo de sus potencialidades será desparejo.

    El lugar más adecuado para el hijo o hija es aquel en el cual sea importante pero no centro, con límites flexibles, adaptándose a la potencialidad del niño, dejándolo crecer en un ambiente de estímulo, comprensión y fundamentalmente de respeto como seres distintos de sus padres, dueños y dueñas de su propio destino.

    Madres y padres co-participativos

    Nuestra cultura tradicionalmente asigna la crianza de los hijos e hijas a la madre. Es alentador comprobar que cada vez más padres están incorporándose al cuidado de sus hijos e hijas. Esto beneficia a todos: madre, padre e hijos-as.

    La inclusión del padre es positiva desde la gestación (asistencia al ginecólogo, compra del ajuar, elección del nombre, preparación y asistencia al parto). De esta manera la embarazada se siente protegida y el padre canaliza la imposibilidad de gestar al hijo o hija en su cuerpo.

    La presencia del padre en el trabajo de parto y en el parto, apoya afectivamente a la parturienta y alivia los sentimientos de exclusión del padre en este proceso. No obstante, esto debe ser deseados por ambos, para que no sea contraproducente.

    Cuando nace el hijo o la hija, la función madre puede ser perfectamente cumplida también por el padre, pues no debe confundirse función con persona. Lo ideal es que el padre pueda tomar licencia por paternidad para que tenga el contacto precoz con su hijo. Si no es posible, que al menos los padres amplíen la participación real y efectiva en la crianza: el hijo o la hija es de ambos.

    La madre, a su vez, tiene que incluir al padre, aunque sienta que él “no lo hace tan bien como ella”, tomando ambos conciencia de que al compartir responsabilidades se evitan las madres “mártires”, los padres “ausentes” y el hijo o hija que se siente una carga o que queda encerrado de forma simbiótica en el vínculo madre-hijo.

    Esto rige aún en los casos de padres divorciados, en los cuales es común que el padre “provea” la pensión alimenticia y saque de paseo o “visite” al hijo o hija. La función padre no se agota en eso. Más allá de la separación de los cónyuges, la “pareja parental” debe seguir compartiendo responsabilidades.

    La participación del padre no excluye que además se busquen soluciones a nivel gubernamental para la mejor atención de los niños y las niñas.

    Familia solidaria versus familia patriarcal

    Los roles estereotipados de madre cuidadora-padre proveedor que hemos aprendido, están obsoletos. Es imperativo buscar creativamente nuevas formas de convivencia.

    La nueva familia que ya se perfila tendrá que estar basada en el amor, la igualdad y la solidaridad entre personas autónomas para poder afrontar las presiones del medio.

    Esa será la base de una sociedad solidaria, ya que los cambios empiezan por casa. Los niños y las niñas no aprenden con lo que decimos, aprenden observando y experimentando. Aprenden lo que viven. Y ellos y ellas son el futuro.


    Bibliografía:
    Minuchin, S. (1983) Técnicas de terapia familiar. Edit Paidós.

    Artículo publicado en el Diario La República (de las Mujeres) de Uruguay el 05/08/1989.


    Pintura: Botero

    EL MACHISMO ES COSA DE DOS









    El machismo es un fenómeno cultural que consiste básicamente en la exageración de las características masculinas y la creencia de la superioridad del hombre sobre la mujer. El hombre en la cultura machista, debe reunir determinadas cualidades que entran dentro de un estereotipo.


    Entre ellas podemos señalar el ser agresivo, dominante, paternalista, conquistador de todas las mujeres que le rodeen (pero que otro no haga lo mismo con las mujeres que “pertenecen” a su familia, las cuales deben permanecer vírgenes), ser racional y frío y no mostrar sus sentimientos (el desapego emocional es parte de la “superioridad” del macho sobre la mujer); ser autoridad absoluta en su casa y que “su” mujer le obedezca. Brevemente, establecer con su pareja una relación de poder amo-esclava (más o menos pronunciado o disimulado).


    Si intentamos una explicación de este fenómeno nos encontramos con que una preocupación excesiva por la masculinidad y la exageración de los rasgos masculinos sólo oculta una falta de seguridad, es una conducta compensatoria.

    El modelo patriarcal de la autoridad familiar enaltece la masculinidad y esto contribuye a mantener culturalmente el machismo.


    Pero el más importante apoyo del machismo es el papel sumiso y secundario que la mujer ha venido desempeñando a lo largo de muchos años. Muchas mujeres aún quieren jugar ese rol, ser dominadas por hombres y depender de ellos.



    El hombre machista espera que las mujeres sean social y sexualmente pasivas y se conserven vírgenes (que nadie toque el objeto que les pertenece) y ambos, hombres y mujeres, establecen y perpetúan una doble norma sexual, por la cual los hombres son sexualmente libres pero las mujeres no, si no son consideradas putas.


    Las mujeres obtienen el dudoso“beneficio” de ser protegidas y no tener que enfrentarse al mundo, pensar con su propia cabeza, tomas sus decisiones y aceptar las consecuencias de las mismas. Pagan un alto precio (el de su libertad e identidad) pero no se atreven a efectuar cambios, o toman como un hecho “de la naturaleza” lo que son roles aprendidos, o tal vez por sus circunstancias socio-económicas no tienen otra opción.


    Y a algunas simplemente les satisface ese rol. Las que están mal, aprenden a recurrir a mecanismo defensivos que intentan “dominar al dominador”, como la seducción, la generación de culpa, las pequeñas venganzas o saboteos al opresor para que no consiga lo que quiere, o la explotación económica de la situación.


    Como vemos, el machismo no atañe sólo a a los hombres, se necesitan dos para complementarse, y muchas mujeres continúan criando a sus hijos en esos valores.


    El feminismo no es la contrapartida del machismo, como algunas personas creen. El feminismo busca que tanto hombres como mujeres tomen conciencia de que es necesario cambiar la relación de poder “dominador-dominada” por una relación entre dos personas igualmente libres, auténticas, independientes y responsables.


    Que es necesario que no haya opresores y oprimidos en una pareja, porque las relaciones de poder son lo opuesto al amor. El opresor es tan esclavo como el oprimido. El hombre machista está encarcelado en su obligación de ser dominante, duro, super-potente sexualmente, buen proveedor del hogar, etcétera, etcétera. Y más que “perder” una posición de poder, ganaría en posibilidades pudiendo ser él mismo con cualidades y defectos, fortalezas y debilidades.

    La mujer machista también se auto-limita y no pone en juego todas sus potencialidades, por eso en muchos casos, llegada la partida de los hijos a quienes ha dedicado toda su vida, presentan depresiones, se sienten inútiles o se enferman continuamente, con el “síndrome del nido vacío”.

    El feminismo no cree en las actitudes revanchistas que sólo mantendrían la hostilidad, el enfrentamiento “hombres vs. Mujeres”. No se va contra los hombres. La liberación de la mujer se conquista con el hombre, en una tarea conjunta de la pareja humana.


    Es una liberación que ambos debemos hacer de los estereotipos culturales que hemos aprendido. Es ser nosotros y nosotras mismas sintiendo, pensando, expresándonos libremente dentro de la pareja, en igualdad de condiciones y respeto hacia el otro.


    Es que las mujeres no seamos divididas en mujer-amante y mujer-madre. Es que los hombres no estén impedidos de mostrarse tiernos, vulnerables, sensibles (son tonterías que los hombres no lloran/ porque es mejor llorar que traicionar/ porque es mejor llorar que traicionase) (1).

    Es que las mujeres tomemos responsabilidad por nuestra propia vida y no temamos pensar por nosotras mismas, ser libres, luchar por lo que queremos, comprometernos, en una palabra: crecer y ser adultas. Y si después queremos sólo ser amas de casa, que sea por elección y no por imposición.


    Liberarse de los estereotipos es también que aún disuelta la pareja, los hombres continúen cumpliendo su rol de padres y las divorciadas no se transformen en “madres solteras”.


    Es en definitiva el desafío de construir una mujer y un hombre nuevos, que funden una pareja, una familia, una sociedad basada en la solidaridad entre las personas.


    Las mujeres feministas no queremos amos, queremos compañeros de vida.



    Bibliografía: Lagarde, M. Cautiverios de las mujeres.
    (1) La cita en itálica pertenece a una poesía de M. Benedetti.


    Publicado en el Diario La República (de las Mujeres) de Uruguay en mayo de 1989.

    CUANDO LA MUJER TRANSGREDE

    La mujer está en constante re-definición de su identidad y su función en la sociedad. Ya no acepta calladamente el molde de sus antecesoras. Hay aún en ella valores culturales atávicos tales como la dependencia o el ser-y-vivir-para- otros, pero cada vez enfrenta con más valentía la ruptura y la transgresión de un orden establecido que limita su crecimiento como persona.

    Dice Liliana Mizrahi: “Crecer es un riesgo. Postergarse también.”

    Esta ruptura no significa destrucción, sino la creación de un orden nuevo para su vida que la enriquezca como ser humano total. La mujer transgresora se convierte en un sujeto de creación de sí misma.



    El primer paso de ese proceso creador es la denuncia de los prejuicios y falsos valores que han mantenido a a la mujer en situación de inferioridad o explotación. Desenmascarar las estructuras que alimentan los mitos y negarse a ser víctimas y cómplices del estatus quo.

    Toda transformación comienza con la antítesis, dice Hegel, pero no alcanza con quedarse en esa etapa. La mujer tiene que pasar del simple cuestionamiento del sistema (la antítesis) a la creación de una nueva síntesis.

    Claro que los valores ancestrales no se extirpan de un día para otro, están conviviendo dentro de cada mujer y entran muchas veces en conflicto con los nuevos que pretende alcanzar.

    Los valores antiguos permanecen dentro conviviendo con los nuevos que pretende alcanzar, produciéndose muchas veces un conflicto. Todo sistema, cuando está estimulado por el cambio tiende a aumentar los mecanismos de mismidad, de equilibrio. Dependerá de su flexibilidad para adaptarse el que pueda generar respuestas nuevas.

    Transición y ambivalencia

    Ese conflicto se manifiesta generalmente como ambivalencia, puesto que la mujer debe convivir simultáneamente con la frustración que le generan los estereotipos con los que fue educada y la esperanza de la nueva identidad por venir. Oscila, a veces se culpa, o se auto-agrede enfermándose, se bloquea, se anula o se paraliza.

    Aceptar la ambivalencia es aceptar dentro de sí dos aspectos vividos como contradictorios, porque no se le enseñó que pueden ser complementarios. Poder aceptar la ambivalencia, es también aceptar lo diferente, no sólo en el otro, sino también dentro de sí misma.

    Es necesario un re-aprendizaje para asimilar los nuevos elementos, y esto implica asumir la responsabilidad de saber que la contradicción existe mientras lo viejo y lo nuevo aprenden a convivir, entretanto se logre el re-ordenamiento en una nueva escala de valores que nos permita el crecimiento. Este re-aprendizaje implica esfuerzo y tolerancia al dolor y a la frustración.

    La re-creación de sí misma

    La mujer que transgrede lucha por alcanzar la libertad, se sabe proyecto de mujer nueva, se atreve a ensayar sin garantías, sin la falsa seguridad que le enseñaron a perseguir para conjurar el miedo a la libertad. Deja de ser cómplice amordazada de lo que la oprime.

    Acepta el factor de riesgo, pero sabe que puede ser destructivo o constructivo, según como lo maneje, pero da el paso hacia la “desobediencia” de los antiguos modelos. Esto la afirma en la construcción de su autonomía.

    La realidad nos marca límites que tenemos que aceptar si queremos realizar cambios efectivos. La libertad no se encuentra en la antítesis, en ir contra todo, sino que se encuentra en la síntesis, en el proceso creador, en la aceptación e integración de nuestras polaridades, en la armonía de lo atávico y lo nuevo.

    Sometimiento versus transgresión

    Someternos a las normas establecidas social e históricamente nos da un sentimiento de pertenencia en tanto nos sirven de referencia y marco de identidad. Suponemos que el consenso social es la verdad. Así, la mujer se somete a un sistema que la aprueba o la sanciona; se somete por temor a perder la aceptación social y a ser marginada.

    La mujer transgresora que denuncia, que actúa “diferente” porque se para sobre sus pies y echa a andar, es vivida como una amenaza por los hombres y mujeres conservadores porque se transforma en un agente de cambio para otras mujeres con el ejemplo de su vida, con su coraje de ser ella misma en el acierto y en el error.

    Frente a ella los hombres entran en confusión porque no les da resultado el esquema obsoleto con que se manejan y la acusan de ser “loca”. Las mujeres conservadoras sienten una mezcla de envidia y resentimiento hacia la que se atreve a desafiar el orden establecido.

    Se la castiga y se la hostiga, y en el mejor de los casos se le tolera su crecimiento siempre y cuando cumpla con su rol tradicional mejor que cualquiera. Lo que le cuesta doble gasto de energía.

    La transgresora es un elemento subversivo, que se convierte en un agente de cambio del medio que la rodea, transitando el duro camino que va de la pasividad y la ingenuidad a la inteligencia y el coraje de ser ella misma.

    A la conquista de la soledad

    En tanto proyecto de mujer nueva que no calza en los cánones tradicionales, tiene muchas veces un sentimiento de soledad. Pero hay muchos tipos de soledad. A veces la mujer entra en dependencia en las relaciones afectivas para evitar la soledad, al precio de su autonomía.

    Siente la soledad como aislamiento, como vacío, porque se le enseña y se le hace sentir que una mujer que está sola no es nadie, que precisa un hombre al lado para ratificarla en su identidad femenina.

    No se tiene en cuenta que sólo puede elegir vivir con una persona quien ha conquistado su propia soledad, quien la vive como instancia de madurez y armonía interior. Será mejor compañera y mejor madre quien se haya desarrollado como persona, y no pretenda vivir su vida y realizar sus deseos a través de su pareja o sus hijos.

    La mujer nueva aprende a pensar la soledad como un espacio fértil de auto-conocimiento.

    Las resistencias al cambio

    Todo cambio implica incertidumbre por el futuro y duelo por lo perdido. La transformación requiere de la integración de los elementos nuevos a otros que tienden a mantener la estabilidad y asegurar la continuidad de la identidad.

    Para que haya un cambio es premisa indispensable que haya una toma de conciencia de que algo ha de ser modificado. Luego es necesario un proceso de re-estructuración entre lo nuevo y lo viejo; integrándose lo nuevo a lo ya existente.

    Lo que significa que hay que desestabilizarse momentáneamente, creando una ruptura en la continuidad existencial, puesto que nuestra personalidad está estructurada en base a identificaciones, y organizamos un sistema coordinado y más o menos estable con respecto a ellas para poder funcionar.

    Cuando introducimos un elemento nuevo es conveniente que se establezca un “diálogo” interno entre lo viejo y lo nuevo, de manera de hacer el cambio evolutivamente, de forma gradual y progresiva.

    Es bueno sopesar los pros y los contras; quizás hasta rechazar el cambio momentáneamente, hasta que se pueda hacer una síntesis tomando lo asimilable y dándose el tiempo para conseguirlo.

    Un dolor fecundo

    En la medida que el cambio supone duelos y riesgos, conlleva dolor, pero un dolor fecundo, que significa renacimiento, recreación de una misma. El desfasaje entre el el deber-ser y la existencia real es lo que genera ese proceso doloroso.

    Para tolerar ese dolor es importante sentir que ese proceso de re-estructuración significa una afirmación de sí misma y un paso hacia la libertad.

    Si nos disponemos a cambiar, para tener éxito en esa aventura es necesario tomar conciencia de nuestros recursos internos y externos y de nuestras limitaciones para ser realistas en nuestros movimientos: no destruirnos con la omnipotencia ni paralizarnos con la impotencia.

    Y sobre todo, tolerar la incertidumbre, aceptar una cierta inestabilidad temporaria, recordar que se está en proceso de construcción.

    Estar “en transición”


    La aceptación e integración de las polaridades, la búsqueda de la convivencia armónica entre lo ancestral y lo nuevo, es como estar entre dos realidades: una identidad que se va perdiendo en el fondo y otra nueva, creada con nuestras elecciones, que se va haciendo figura aún no muy definida. Una nueva creación en la que la mujer es protagonista de su vida, que aunque contradictoria por momentos, sea fermental y no estancada.

    Porque ¿quién detendrá esta doble necesidad de vivir?

    Doble opresión
    Doble explotación
    Doble jornada de trabajo
    Doble militancia
    Doble lucha
    Doble esfuerzo
    Doble moral
    Doble, doble, doble.
    Paradójico, ya no hay quien nos doble,
    Nos pliegue,
    Nos quiebre,
    Nos aplaste.
    Quizás nos engañen
    Nos mientan
    Nos seduzcan
    Se burlen
    todavía.
    Pero quién detendrá esta doble
    necesidad de vivir.

    (Diana Galak)


    Bibliografía:

    Lagarde, M. (1997) Cautiverios de las mujeres, UNAM, México
    Galak, D. (1980) Poema “Destino de Mujer”
    Mizrahi, L.(1987) La mujer transgresora. Grupo Editor Latinoamericano.
    Sau, Victoria (1989) Diccionario Ideológico Feminista. Icaria.

    Publicado en el Diario La República (de las Mujeres) de Uruguay el 29.03.1992 y en la revista Gestáltica SOMOS Nº5 de mayo de 1998.

    Pintura: Lempicka

    EL LUGAR DEL AMOR EN LA LIBERACIÓN SEXUAL











    Siempre me sorprende que en la mayoría de los libros sobre sexualidad se encuentre poco tratado el tema del amor. Parecería que se teme hablar del amor, bajo pena de parecer poco científico.
    No obstante, eso es lo que más está faltando en las relaciones de pareja actualmente. Ahora se está tornando más fácil tener relaciones sexuales sin inhibiciones, sin miedos ni culpas (afortunadamente), pero es más difícil mantener una relación de compromiso afectivo.

    No quiero con esto afirmar que en todos los encuentros sexuales sea indispensable el amor; el sexo es disfrutable por sí mismo. Sólo reflexiono frente a la posibilidad de que la liberación sexual se nos vuelva en contra y quedemos atrapados en el sexo impersonal.

    A veces se llama amor a otros sentimientos, como ser la angustia de la soledad, el deseo de la conquista o la vanidad. La liberación sexual fue positiva, pues permitió la caída de los tabúes que restringían nuestras vidas, pero es importante también que vaya acompañada de más libertad interior, verdadera libertad.

    ¿Es más fácil desnudar el cuerpo que el espíritu?

    Me pregunto si está habiendo libertad cuando ahora una mujer se siente presionada a tener relaciones sexuales “para parecer liberada”, o cuando un hombre tiene que “lucirse” en su performance sexual para demostrar lo buen amante que es.

    Si ponemos demasiado el acento en el hacer podemos olvidar el ser y caer en una concepción mecanicista del sexo. Esto lleva a sentimientos de soledad y des-personalización, porque no le damos real valor al encuentro, a la intimidad y al compartirse a sí mismo-a.

    Tal vez estamos llegando al punto en que nos resulta más fácil desnudar el cuerpo que desnudar el espíritu. Ahora nuestro miedo es a expresar sentimientos, ternura y a mostrar nuestro yo íntimo compartiendo esperanzas y angustias.
    Al decir de Rollo May : “Los victorianos deseaban hacer el amor sin caer en el sexo; los modernos buscan hacer sexo sin caer en el amor”.

    El compromiso afectivo


    Se banaliza el sexo cuando anestesiamos nuestros sentimientos. Quizás lo hacemos porque el amor nos produce ansiedad. Y esto es así porque querer significa abrirnos a lo negativo tanto como a lo positivo; estar expuestos-as a la tristeza, al dolor, a la frustración, así como a la alegría y a la intensidad.

    Para querer a otra persona es necesario quererse a uno-a mismo-a, respetarse, cuidarse, responsabilizarse por uno-a mismo-a. Y que para eso es necesario estar centrado, conocerse, ser auténtico-a. Sólo así podemos contactar con otra persona de esencia a esencia, dejando de lado las máscaras sociales, en una real comunicación.

    Por cierto que esto implica el riesgo de sufrir, pero para vivir y amar es indispensable tener confianza, porque las corazas que evitan los golpes, también frenan las caricias.

    Querer a otra persona también implica saber compartir, respetando su singularidad sin modificarla; alentarla en su potencial y no esperar que cumpla con nuestras expectativas; dejarla libre, sin aferrarnos. Y no podemos compartir si no estamos dispuestos-as a dar de nosotros-as mismos-as: tiempo, atención, protección.

    Una plenitud que afirma la identidad

    Pensemos como se vincula todo esto con lo que decía al principio del artículo. Podemos tener sexo con muchas personas sin quererlas, pero a largo plazo nos sentimos vacíos-as, porque nos faltará la integración de lo afectivo y lo sensual, que es la expresión de la unidad con nosotros-as mismos-as y con la otra persona.

    Por otra parte, los conceptos de autoestima y responsabilidad, así como de estima por el otro, son fundamentales cuando pensamos en las enfermedades de trasmisión sexual o en embarazos no deseados. Son la base para que alguien tome precauciones que involucran la vida propia y la ajena.

    Me pregunto si la carencia de autoestima no es lo que lleva a tener múltiples relaciones superficiales, en las que se espera encontrar un reconocimiento que no llega, porque los integrantes de esa “pareja” no se dan el tiempo que permita que la sensación se convierta en emoción y la emoción en afecto. Se privilegia la cantidad antes que la calidad de los vínculos y esto aumenta el vacío interior, quedando la persona encerrada en un círculo vicioso.

    Sólo en el verdadero encuentro con otra persona en cuerpo y espíritu, sintiéndose en unidad y viviendo al otro-a igualmente se siente la plenitud que nos revaloriza, que nos afirma en nuestra identidad, que nos permite la superación de la soledad inherente al ser humano.

    La pérdida de la capacidad para intimar y comprometerse emocionalmente puede llevarnos a la pérdida de la armonía con nosotros-a mismos-as, con los demás y con la vida.

    Bibliografía:
    Gomensoro, A. y Lutz, E.(1989), Geografía del sexo. Edit Nuevo Mundo. Montevideo, Uruguay.
    Hite, S. (1976). El informe Hite, E. Plaza & Janés, reedición.
    May, R.(1989). Love and Will. edDelta

    Publicado en el Diario La República (de las Mujeres) de Uruguay el 10.10.1989. Ponencia leída en el Congreso de Sexología en 1989.

    Pintura: Los novios, Chagall

    VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS (Educación)


    Reflexionando juntas-os

    ¿Cómo educar a nuestros hijos e hijas de modo que tengan la mayor cantidad posible de autonomía sin arriesgarnos a caer en la negligencia, dejándolos sin disciplina, metas, valores o ideales?. ¿Cómo criar gente liberada y no libertinos?. ¿Cómo enseñarlos a cooperar?.

    El psicólogo Claude Steiner, en su libro “Los argumentos que vivimos”, menciona algunas sugerencias (a ser tomadas estrictamente como tales, ya que no hay “recetas”).

    Padres protectores y padres libertadores

    No tenga un hijo-a al cual no pueda ofrecer protección durante al menos dieciocho años. Una vez que lo tenga, empéñese en reducir el número de años que éste lo necesite, dejándolo hacer por sí mismo en la medida de sus posibilidades. Fomente la auto-protección. Proporciónele la libertad de ejercer las facultades de intimidad, conciencia y espontaneidad.

    Incentive la expresión de sentimientos

    La intimidad es la expresión de sentimientos de amor y proximidad en relación a los demás. No impida a sus hijos-as manifestar total y honestamente su amor o la falta de él. Incentívelos a pedir, dar, aceptar o rechazar expresiones de afecto según sus necesidades. Recuerde que para dar amor es necesario quererse a sí mismo-a, así que refuerce su autoestima. Valorice las cualidades inherentes a su persona, de modo que importe más ser mejor persona y no tener más.

    Estimule su conciencia y el respeto por la vida

    La conciencia es el conocimiento de lo que está sucediendo ahora. Es la percepción de somos seres temporales y debemos aprovechar nuestra vida. Es prestar atención a nuestras necesidades y a las ajenas y establecer un contacto honesto con los demás. Por lo tanto, no desconsidere la racionalidad, los sentimientos y la intuición de sus hijos e hijas. Enséñeles a considerar a las demás personas y a la naturaleza y responda a sus necesidades en la medida de lo posible.

    Sea sincero-a

    No mienta a sus hijos e hijas deliberadamente o por omisión. Si decide ocultar la verdad, dígales lo que está haciendo y explíqueles por qué.

    Respete su espontaneidad y singularidad

    Respete su espontaneidad y su individualidad (lo que no debe confundirse con individualismo). No restrinja sus movimientos y su experimentación del mundo, excepto cuando esto interfiera con su bienestar y seguridad o la de otras personas. Esto le permitirá aprender a ser libres, asumiendo la responsabilidad de sus acciones y decisiones.

    Proteja, pero no salga “al rescate”

    No “salve” y no “persiga” a su hijo o hija. Hay ayuda positiva que es la base de la cooperación y hay ayuda negativa que es un entrenamiento para la incapacidad. (Como dijo José Pedro Varela: “No hagas por el niño lo que él pueda hacer por sí mismo”). Desista de sobre-protegerlo. No haga lo que no desee realmente hacer, y si finalmente lo hace, no caiga en reprochárselo luego.

    Propicie la ayuda mutua

    No los enseñe sólo a competir, sino también a cooperar. La dificultad de sentir la igualdad entre las personas resulta de la competitividad y el individualismo.
    Cuando perdemos o ganamos apoyados solamente en nuestros esfuerzos, con la idea de que no necesitamos a nadie, pensamos que las demás personas están en la carrera trepadora hacia la cima y las vemos como enemigas.

    Defienda sus derechos de madre o padre

    No permita que sus hijos e hijas le opriman. Usted tiene derecho a su tiempo, su espacio y una vida amorosa y personal separada de ellos. Exija que sus necesidades sean tenidas en cuenta.

    Confíe en sus hijos e hijas

    Confíe en la naturaleza humana y crea en sus hijos e hijas. Recompensarán su confianza.

    Tenga coraje y no se desanime

    No es fácil llevar a cabo estas sugerencias. Muchas veces nos encontramos con que los niños-as se resistirán a seguir las reglas, exigirán ser escuchados-as y tratados-as como un igual y nos traerán inconvenientes, pero esto es necesario para que sean autónomos-as y no pasivos-as, dependientes e incapaces. Permitiremos así que utilicen al máximo su potencial; sabrán cuidar de sí mismos y no tolerarán la injusticia y la opresión cuando sean personas adultas.

    Esto es un proyecto difícil de realizar dentro de un hogar que está inmerso en una sociedad en la que nos manejamos con estructuras de poder. pero vale la pena intentarlo y darle esa alternativa a nuestros hijos e hijas.

    Y a nosotros-as mismos-as. Aprenderemos muchas cosas con su espontaneidad y autenticidad, si tenemos la humildad de escucharlos.


    Bibliografía: Los argumentos que vivimos, de Claude Steiner.
    Artículo publicado en el Diario La República (de las Mujeres) de Uruguay el 19/08/1989.


    Pintura: "La familia" de Botero

    LA  RELACION  AFECTIVA ENTRE PADRES E HIJOS

    Se esbozará la Teoría del Apego de J. Bolwby y otros enfoques similares, para más adelante analizar la forma en que se relaciona el estilo de vínculo afectivo con el desarrollo de la conducta agresiva en los niños. 
    Teoría del Apego

    La dimensión social del ser humano explica su tendencia a crear vínculos afectivos desde el momento del nacimiento, incluso antes, con el objetivo de mantener la proximidad hacia las figuras de apego. Bowlby (1969) describe esta característica desde un punto de vista evolutivo porque cumple una funcionalidad biológica  referida a la protección, especialmente frente a los depredadores. En el comportamiento humano esta estrategia filogenética se muestra en el comportamiento del niño que busca la seguridad en la figura de la madre (o quien haga sus veces), desde que nace, logrando poco a poco, en un proceso de maduración acertado, conseguir la autonomía suficiente que le ayude a establecer relaciones interpersonales seguras, tranquilas y gratificantes. El apego, según Bowlby refleja el vínculo entre el niño y el cuidador primario, que provee al niño de la seguridad necesaria para explorar su mundo y forma la base para todas las relaciones íntimas a través de la vida.

    En su trabajo, Bowlby describe el apego ansioso, en el que el niño tiene un miedo constante a la separación de la figura cuidadora (por ejemplo, la madre), protesta enormemente cuando se aleja y se aferra a ella de una manera excesiva. El vínculo que mantienen estos niños no es seguro, y esto produce en ellos un continuo estado de alerta ante la temida separación y desprotección. Según el citado autor, la explicación radica en que estos miedos son justificados a causa de una historia de separaciones  o bien de amenazas recurrentes de abandono.

    En el estilo de apego inadecuado los niños desarrollan modelos internos de relacionamiento inapropiados con cuidadores que son poco confiables, ausentes o no responsables. Esto produce ansiedad, miedo, rabia y pena e impide al niño desarrollar su capacidad de tener vínculos confiables, y como resultado tendrá patrones de regulación de la afectividad no adaptativos (evitación, intimidación, agresión, retraimiento) en las relaciones que requieren de intimidad.

    El apego ansioso o ansiedad de separación se ha relacionado con psicopatologías adultas como la depresión y la agorafobia y también con el comportamiento violento o antisocial.

    Patrones de Apego

    El concepto de la Teoría del Apego fue retomado más tarde por Ainsworth (1978), quien inventó una técnica para evaluar si el bebé tenía un apego seguro con su cuidador primario, que se conoce como “situación del extraño”. Las observaciones que se han hecho con el uso de esta técnica identifican tres patrones de apego: seguro, ansioso/ambivalente y evitativo, siendo los dos últimos indicadores de apego inseguro.

    El apego seguro representa el estilo preferido y es considerado como el resultado de un estilo parental apropiado, sensible y amoroso; el estilo ansioso/ambivalente está asociado con la respuesta inconsistente del cuidador primario hacia el niño, y el evitativo está asociado a un cuidador irresponsable y poco involucrado.

    La importancia del apego

    Deseo dedicarle un espacio especial a varios artículos de Bruce Perry (1994ª, 1996, 1997, 1999) (Perry et al. 1995, 1998, 1999) que ayudan a comprender la importancia de establecer buenas relaciones de apego. Uno de ellos (2001) está tomado de una parte de su libro “Maltreated Children: Experience, Brain Development and the Next Generation” (W.W. Norton & Company, New York, en preparación). Esta información es parte de un Programa de su Organización ChildTrauma que trabaja con niños maltratados (www.childtrauma.org)

    Perry comienza planteando la capacidad y necesidad de establecer relaciones y analiza la habilidad que cada persona tiene para amar, algunos con mucha facilidad y otros con dificultad. Propone que la capacidad y deseo de formar relaciones emocionales está relacionada con la organización y funcionamiento de partes específicas del cerebro, que se desarrollan durante los primeros años de vida.

    La empatía, el cuidado, la solidaridad, la inhibición de la agresividad, la capacidad de amar están relacionadas a la capacidad de apego que se forma en la infancia. Analiza el apego y los diferentes tipos de vínculos que formamos los seres humanos, poniendo especial énfasis en la relación madre-hijo, relación sobre la que se asentarán las demás que se tengan a lo largo de la vida.

    Esta capacidad es genética, pero son las experiencias vitales las que expresan ese potencial genético. Perry pone el acento en las demostraciones afectivas con contacto físico positivo, que causan actividades neuroquímicas específicas en el cerebro, que llevan a la normal organización de los sistemas cerebrales que son responsables del apego. Por tanto, un apego sano a la madre provee de base sólida para establecer relaciones sanas en el futuro. Por el contrario, si hay problemas con el apego esto puede causar una base frágil biológica y emocional para los vínculos.

    Estos vínculos deben ser hechos en los primeros años, porque durante los tres primeros años el cerebro desarrolla el 90 % de su medida adulta y comienzan a funcionar la mayoría de los sistemas y estructuras que serán responsables del funcionamiento emocional, conductual, social y fisiológico durante el resto de la vida.

    Un niño sin caricias, estimulación y protección puede perder su capacidad de establecer vínculos, o en casos menos dramáticos, tener problemas emocionales, que tardarán en ser reparados.

    El concepto de Connectedness

    Lezin, Rolleri, Bean & Taylor (2004) están trabajando en un concepto llamado “parenting connectedness”, caracterizado por la calidad del vínculo emocional entre padres e hijos y el grado con el cual este vínculo se sostiene de forma mutua y sostenida en el tiempo. Estos autores sostienen que cuando esta conexión es alta, el clima emocional de la familia es de afecto, calidez, satisfacción, confianza y mínimo conflicto, que se traduce en buena comunicación, libre y abierta, apoyo y respeto mutuo, comparten valores parecidos, y son optimistas respecto al futuro. Esto la convierte en un factor “super protector” que protege a los jóvenes de los riesgos que tengan que enfrentar en el mundo.

    La “conectividad” (connectedness) es un concepto compuesto, que proviene de muchas disciplinas y modelos. Tiene sus raíces en la Teoría del Apego, aunque la rebasa, puesto que sostiene que el vínculo padres-hijos ha de ser bidireccional, en una relación dinámica en que ambas partes son agentes que se influyen mutuamente.

    Este modelo toma también elementos de los Estilos de Parentalización de los cuales ya se ha hablado, siendo el estilo con autoridad el que reúne las características sanas. Para explicar como influye la “connectedness” en la conducta se han sugerido varios modelos, entre ellos la teoría de la interacción familiar, el contexto social, el control social y el sistema ecológico. Siguiendo este concepto se han diseñado varios modelos de intervención que se detallarán en el apartado correspondiente a Programas de Intervención.

    Paternidad generadora

    Brotherson, Dollahite y Hawkins (2003) dicen que hay patrones específicos relacionados a la conexión padre-hijo, y acuñaron el concepto de paternidad generadora (generative parenting) para describir una paternidad que responde rápida y consistentemente a las necesidades de desarrollo del niño. Dicen que los padres hacen contribuciones valiosas al desarrollo y bienestar del niño, y que la buena paternidad es “trabajo generador”. (Dollahite y Hawkins, 1998). En este modelo una de las condiciones fundamentales es la interdependencia entre padre e hijo, en una conexión con el niño que significa tanto el vínculo emocional como los esfuerzos del padre para crear y mantener lazos sanos con él. Ese vínculo de apego trae muchos beneficios al hijo (como ya se vio en otra parte de este trabajo). Doherty, Kouneski, Farrell Erickson (1996) lo llaman paternidad responsable. Un concepto similar que también enfatiza la conexión y la comunicación entre padre-hijo(a) lo sostienen Brotherson, Yamamoto y Acock (2003) que llevaron a cabo estudios empíricos para corroborarlo.

    Otros elementos importantes de esta interacción son la disponibilidad y la responsabilidad del padre. Además, tiene que facilitar y apoyar la conexión del niño con otros miembros de la familia. Concretamente, en este estudio que llevaron a cabo tuvieron en cuenta algunos aspectos básicos tales como:

    - el compromiso personal en actividades compartidas con los hijos (de recreación, de juego y educación, de trabajo o yendo a eventos)
    - apoyo y cuidado a los hijos enfermos
    - interacción con los hijos en el nacimiento o adopción
    - tiempo y afecto compartidos con los hijos
    - participación en actividades espirituales conjuntas

    Estos autores expanden el concepto de apego de Bowlby, poniendo más énfasis en el rol positivo de la conexión padre-hijo. (Se reproducen sus citas)

    Influencia del maltrato infantil en el apego

    El maltrato infantil y la negligencia influyen en el apego de la forma siguiente (Perry, 2001):
    1. Los niños maltratados son rechazados, por lo cual tendrán dificultad en desarrollar intimidad emocional.
    2. El niño puede ser parentalizado por un adulto inmaduro, con lo cual puede resultarle difícil establecer vínculos con chicos de su edad.
    3. Pasan estos problemas de generación en generación.

    Perry señala algunas características que podemos ver en los niños maltratados a nivel individual y también en su forma de relacionarse:
    - retraso en el desarrollo físico, emocional y cognitivo.
    - problemas en la alimentación
    - conductas autoagresivas
    - problemas de depresión y ansiedad
    - apego “indiscriminado”, abrazando y besando a desconocidos, sin establecer un vínculo profundo, sino como conductas que persiguen la protección y que no son coherentes con las normas sociales
    - modelaje inapropiado de los padres que enseñan la conducta abusiva
    - falta de empatía y control pobre de los impulsos, lo que lleva a conducta agresiva, generalmente hacia otros más débiles, pueden mostrar arrepentimiento (una respuesta intelectual) pero no así   remordimiento (una respuesta emocional)
    - son muy sensibles a los cambios de programa, las transiciones, las sorpresas y las situaciones sociales caóticas, aún las positivas

    Finalmente, Perry da una serie de consejos útiles para vincularse con los niños maltratados.

    Articulo extractado de la investigacion "Habitos de crianza y agresividad" de mi autoria (UNED, Madrid, 2005)

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