LA BRUJA Y LA HECHICERA

¿Qué diferencia hay entre una hechicera y una bruja?, pregunta un chiste machista. Y se responde: cinco años de matrimonio. Pero hay otra historia, citada por Robert Johnson en el libro “Ser mujer”.





“Siendo aún un joven, el rey Arturo fue sorprendido cazando en los bosques del reino vecino y fue hecho prisionero por su rey. Hubiera podido ser ejecutado inmediatamente, ya que la muerte era el castigo que se aplicaba por transgredir las leyes de propiedad. Pero el rey vecino se conmovió por la juventud y carácter encantador del joven Arturo y le ofreció dejarlo libre, si podía encontrar la respuesta a una pregunta muy difícil en el plazo de un año.

La pregunta era: “¿Qué es lo que desea realmente una mujer?”. Esta pregunta hubiera dejado perplejo al más sabio de los hombres y parecía imposible de superar por el joven. Pero era mejor que ser ahorcado, así que Arturo volvió a su hogar y empezó a preguntar a todas las personas con las que se encontraba.

Prostitutas y monjas, princesas y reinas, sabios y bufones, todos fueron preguntados, pero nadie pudo dar una respuesta convincente. Todos estaban de acuerdo, sin embargo, en que existía una persona que podría saber la respuesta: la vieja bruja. El coste sería alto, ya que era un hecho conocido en todo el reino el que la vieja bruja pedía precios ruinosos por sus servicios.

Se acercaba el último día del año y Arturo fue llevado finalmente a consultar a la vieja bruja. Ésta estuvo de acuerdo en darle una respuesta que satisficiera al rey acusador, pero tenía que acordarse antes el precio. ¿Cuál era el precio?
El matrimonio de la bruja con Gawain, el más noble caballero de la Mesa Redonda, que era también el más antiguo y mejor amigo de Arturo.

Este miró horrorizado a la vieja bruja, que era fea, tenía un solo diente, exhalaba un aliento que hubiera enfermado a una cabra, hacía ruidos groseros y era jorobada. ¡Nunca se hacía visto algo más repugnante! Arturo se amedrentó ante la perspectiva de tener que pedir al amigo de toda su vida que asumiera esta carga por él. Pero cuando Gawain se enteró del trato, estuvo de acuerdo en que no era algo excesivo hacerlo por su compañero y para preservar la Mesa Redonda.


Se anunció la boda y la vieja bruja compartió su sabiduría infernal: ¿qué desea realmente la mujer? Quiere el dominio de su propia vida. Todo el mundo supo al oír esto que era la gran sabiduría femenina la que había hablado y que Arturo se salvaría. Por supuesto, el rey concedió a Arturo su libertad cuando oyó la respuesta.

!Pero quedaba la boda! Toda la corte estaba presente y tan dividida como el mismo Arturo entre el alivio y la pena. Gawain era cortés, amable y respetuoso; la vieja bruja mostraba sus peores maneras. En ninguna otra ocasión se había encontrado la corte de Arturo sometida a tensión similar. Pero prevaleció la cortesía y se celebró la boda.

Según la leyenda, la noche de bodas fue todavía peor y debemos correr un tupido velo sobre los detalles, exceptuando un momento maravilloso. Cuando Gawain estaba preparado para el lecho matrimonial, esperando que la novia se uniese a él, ésta apareció como la joven más hermosa que jamás hubiera podido desear un hombre. Lleno de asombro, Gawain le preguntó qué había sucedido. La joven le contestó que como él había sido cortés con ella, le mostraría su parte repugnante la mitad del tiempo y su parte afable y bella la otra mitad. ¿Cuál de las dos escogería para el día; cuál para la noche?.

Es éste un cruel dilema para un hombre, y Gawain hizo un cálculo rápido. ¿Quería una joven encantadora para mostrarla a sus amigos durante el día, y tener a una repugnante bruja durante la noche? ¿O quería la bruja durante el día y una adorable joven durante la noche? Como Gawain era un hombre noble le respondió que dejaría a la joven escoger por sí misma. Al oír esto, la joven le anunció que sería una fina dama para él día y noche, puesto que le había respetado y otorgado el dominio sobre su propia vida”.

Lo “masculino” y “lo “femenino”

La anciana sabia en su disfraz de bruja fea representa los aspectos rechazados de lo femenino en nuestra personalidad. La predominancia de lo masculino está b asada en los valores de fuerza, voluntad, razón, responsabilidad, objetividad. La ley, el orden, la forma y la ciencia nos han regido y nos rigen, desvalorizando la intuición, los sentimientos, la espontaneidad, la aceptación, la subjetividad, la paradoja, la espiritualidad.

Tanto los aspectos femeninos como los masculinos están presentes en hombres y mujeres, y la integración y el equilibrio entre ellos nos lleva a la armonía.

Recuperar los aspectos de lo femenino que han sido relegados nos permite superar la división entre espíritu y materia, nos pone en contacto con la creatividad, la función de relación, la nutrición, el erotismo y es respeto por la tierra y todas las formas de vida.

Recobrando lo femenino

El renacimiento de lo femenino como valor ya se está vislumbrando, aunque aún se cuente como gracioso el chiste a que se hace alusión. Hemos estado viviendo bajo la prevalencia de los valores venerados por lo masculino: el poder, el individualismo exacerbado, el materialismo, la indiferencia, la separación. En definitiva, la muerte. Todos y todas tenemos conciencia de que la historia del mundo ha sido la historia de sus guerras. Veneramos como héroes a quienes se dedicaron a matar y recordamos poco a quienes dan y protegen la vida.

Sabemos que estamos en una carrera de auto-destrucción a pesar de los avances científicos, en parte porque no hemos crecido de igual manera a nivel espiritual como lo hicimos a nivel tecnológico.

La integración de lo femenino rechazado repara este desequilibrio, porque a través de él nos comprometemos con el amor, el vínculo, la conexión, es decir, la vida. Las mujeres lo sabemos bien. Y muchos hombres también, afortunadamente.

La integración es sanadora

No aceptamos las disociaciones que nos parcializan, nos truncan, nos encasillan en estereotipos, nos agreden.

La bruja y la hechicera son dos aspectos de un mismo ser con múltiples expresiones que podemos elegir. Elegir es conquistar el dominio de nuestra propia vida. Aceptar todos los aspectos de nuestro ser es vivir en armonía con lo que es.


No me ignores,
porque soy la primera y la última.
Yo soy la respetada y la desdeñada.
Soy la prostituta y la mujer sagrada.
Yo soy la esposa y la virgen.
Yo soy la madre y la hija.
Soy los miembros de mi madre.
Soy la estéril, pero muchos son mis hijos.
Yo soy la de la gran boda,
pero no he tomado marido.
Soy el silencio incomprensible
y la idea que se recuerda con frecuencia.
Soy la voz de múltiples heridas
y la palabra con muchas apariencias.
Soy el murmullo de mi nombre.
Yo soy la vergüenza y la osadía.
No tengo vergüenza y estoy avergonzada.
Soy fuerza y soy miedo.
Yo soy la guerra y soy la paz.
Préstame atención.
Yo soy la infortunada y la mujer magna.

(Anónimo)

Publicado en el Diario La República de Uruguay el 16.07.2000.


Pintura: La bruja Morgana

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