EL MACHISMO ES COSA DE DOS









El machismo es un fenómeno cultural que consiste básicamente en la exageración de las características masculinas y la creencia de la superioridad del hombre sobre la mujer. El hombre en la cultura machista, debe reunir determinadas cualidades que entran dentro de un estereotipo.


Entre ellas podemos señalar el ser agresivo, dominante, paternalista, conquistador de todas las mujeres que le rodeen (pero que otro no haga lo mismo con las mujeres que “pertenecen” a su familia, las cuales deben permanecer vírgenes), ser racional y frío y no mostrar sus sentimientos (el desapego emocional es parte de la “superioridad” del macho sobre la mujer); ser autoridad absoluta en su casa y que “su” mujer le obedezca. Brevemente, establecer con su pareja una relación de poder amo-esclava (más o menos pronunciado o disimulado).


Si intentamos una explicación de este fenómeno nos encontramos con que una preocupación excesiva por la masculinidad y la exageración de los rasgos masculinos sólo oculta una falta de seguridad, es una conducta compensatoria.

El modelo patriarcal de la autoridad familiar enaltece la masculinidad y esto contribuye a mantener culturalmente el machismo.


Pero el más importante apoyo del machismo es el papel sumiso y secundario que la mujer ha venido desempeñando a lo largo de muchos años. Muchas mujeres aún quieren jugar ese rol, ser dominadas por hombres y depender de ellos.



El hombre machista espera que las mujeres sean social y sexualmente pasivas y se conserven vírgenes (que nadie toque el objeto que les pertenece) y ambos, hombres y mujeres, establecen y perpetúan una doble norma sexual, por la cual los hombres son sexualmente libres pero las mujeres no, si no son consideradas putas.


Las mujeres obtienen el dudoso“beneficio” de ser protegidas y no tener que enfrentarse al mundo, pensar con su propia cabeza, tomas sus decisiones y aceptar las consecuencias de las mismas. Pagan un alto precio (el de su libertad e identidad) pero no se atreven a efectuar cambios, o toman como un hecho “de la naturaleza” lo que son roles aprendidos, o tal vez por sus circunstancias socio-económicas no tienen otra opción.


Y a algunas simplemente les satisface ese rol. Las que están mal, aprenden a recurrir a mecanismo defensivos que intentan “dominar al dominador”, como la seducción, la generación de culpa, las pequeñas venganzas o saboteos al opresor para que no consiga lo que quiere, o la explotación económica de la situación.


Como vemos, el machismo no atañe sólo a a los hombres, se necesitan dos para complementarse, y muchas mujeres continúan criando a sus hijos en esos valores.


El feminismo no es la contrapartida del machismo, como algunas personas creen. El feminismo busca que tanto hombres como mujeres tomen conciencia de que es necesario cambiar la relación de poder “dominador-dominada” por una relación entre dos personas igualmente libres, auténticas, independientes y responsables.


Que es necesario que no haya opresores y oprimidos en una pareja, porque las relaciones de poder son lo opuesto al amor. El opresor es tan esclavo como el oprimido. El hombre machista está encarcelado en su obligación de ser dominante, duro, super-potente sexualmente, buen proveedor del hogar, etcétera, etcétera. Y más que “perder” una posición de poder, ganaría en posibilidades pudiendo ser él mismo con cualidades y defectos, fortalezas y debilidades.

La mujer machista también se auto-limita y no pone en juego todas sus potencialidades, por eso en muchos casos, llegada la partida de los hijos a quienes ha dedicado toda su vida, presentan depresiones, se sienten inútiles o se enferman continuamente, con el “síndrome del nido vacío”.

El feminismo no cree en las actitudes revanchistas que sólo mantendrían la hostilidad, el enfrentamiento “hombres vs. Mujeres”. No se va contra los hombres. La liberación de la mujer se conquista con el hombre, en una tarea conjunta de la pareja humana.


Es una liberación que ambos debemos hacer de los estereotipos culturales que hemos aprendido. Es ser nosotros y nosotras mismas sintiendo, pensando, expresándonos libremente dentro de la pareja, en igualdad de condiciones y respeto hacia el otro.


Es que las mujeres no seamos divididas en mujer-amante y mujer-madre. Es que los hombres no estén impedidos de mostrarse tiernos, vulnerables, sensibles (son tonterías que los hombres no lloran/ porque es mejor llorar que traicionar/ porque es mejor llorar que traicionase) (1).

Es que las mujeres tomemos responsabilidad por nuestra propia vida y no temamos pensar por nosotras mismas, ser libres, luchar por lo que queremos, comprometernos, en una palabra: crecer y ser adultas. Y si después queremos sólo ser amas de casa, que sea por elección y no por imposición.


Liberarse de los estereotipos es también que aún disuelta la pareja, los hombres continúen cumpliendo su rol de padres y las divorciadas no se transformen en “madres solteras”.


Es en definitiva el desafío de construir una mujer y un hombre nuevos, que funden una pareja, una familia, una sociedad basada en la solidaridad entre las personas.


Las mujeres feministas no queremos amos, queremos compañeros de vida.



Bibliografía: Lagarde, M. Cautiverios de las mujeres.
(1) La cita en itálica pertenece a una poesía de M. Benedetti.


Publicado en el Diario La República (de las Mujeres) de Uruguay en mayo de 1989.

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