EL LUGAR DEL AMOR EN LA LIBERACIÓN SEXUAL











Siempre me sorprende que en la mayoría de los libros sobre sexualidad se encuentre poco tratado el tema del amor. Parecería que se teme hablar del amor, bajo pena de parecer poco científico.
No obstante, eso es lo que más está faltando en las relaciones de pareja actualmente. Ahora se está tornando más fácil tener relaciones sexuales sin inhibiciones, sin miedos ni culpas (afortunadamente), pero es más difícil mantener una relación de compromiso afectivo.

No quiero con esto afirmar que en todos los encuentros sexuales sea indispensable el amor; el sexo es disfrutable por sí mismo. Sólo reflexiono frente a la posibilidad de que la liberación sexual se nos vuelva en contra y quedemos atrapados en el sexo impersonal.

A veces se llama amor a otros sentimientos, como ser la angustia de la soledad, el deseo de la conquista o la vanidad. La liberación sexual fue positiva, pues permitió la caída de los tabúes que restringían nuestras vidas, pero es importante también que vaya acompañada de más libertad interior, verdadera libertad.

¿Es más fácil desnudar el cuerpo que el espíritu?

Me pregunto si está habiendo libertad cuando ahora una mujer se siente presionada a tener relaciones sexuales “para parecer liberada”, o cuando un hombre tiene que “lucirse” en su performance sexual para demostrar lo buen amante que es.

Si ponemos demasiado el acento en el hacer podemos olvidar el ser y caer en una concepción mecanicista del sexo. Esto lleva a sentimientos de soledad y des-personalización, porque no le damos real valor al encuentro, a la intimidad y al compartirse a sí mismo-a.

Tal vez estamos llegando al punto en que nos resulta más fácil desnudar el cuerpo que desnudar el espíritu. Ahora nuestro miedo es a expresar sentimientos, ternura y a mostrar nuestro yo íntimo compartiendo esperanzas y angustias.
Al decir de Rollo May : “Los victorianos deseaban hacer el amor sin caer en el sexo; los modernos buscan hacer sexo sin caer en el amor”.

El compromiso afectivo


Se banaliza el sexo cuando anestesiamos nuestros sentimientos. Quizás lo hacemos porque el amor nos produce ansiedad. Y esto es así porque querer significa abrirnos a lo negativo tanto como a lo positivo; estar expuestos-as a la tristeza, al dolor, a la frustración, así como a la alegría y a la intensidad.

Para querer a otra persona es necesario quererse a uno-a mismo-a, respetarse, cuidarse, responsabilizarse por uno-a mismo-a. Y que para eso es necesario estar centrado, conocerse, ser auténtico-a. Sólo así podemos contactar con otra persona de esencia a esencia, dejando de lado las máscaras sociales, en una real comunicación.

Por cierto que esto implica el riesgo de sufrir, pero para vivir y amar es indispensable tener confianza, porque las corazas que evitan los golpes, también frenan las caricias.

Querer a otra persona también implica saber compartir, respetando su singularidad sin modificarla; alentarla en su potencial y no esperar que cumpla con nuestras expectativas; dejarla libre, sin aferrarnos. Y no podemos compartir si no estamos dispuestos-as a dar de nosotros-as mismos-as: tiempo, atención, protección.

Una plenitud que afirma la identidad

Pensemos como se vincula todo esto con lo que decía al principio del artículo. Podemos tener sexo con muchas personas sin quererlas, pero a largo plazo nos sentimos vacíos-as, porque nos faltará la integración de lo afectivo y lo sensual, que es la expresión de la unidad con nosotros-as mismos-as y con la otra persona.

Por otra parte, los conceptos de autoestima y responsabilidad, así como de estima por el otro, son fundamentales cuando pensamos en las enfermedades de trasmisión sexual o en embarazos no deseados. Son la base para que alguien tome precauciones que involucran la vida propia y la ajena.

Me pregunto si la carencia de autoestima no es lo que lleva a tener múltiples relaciones superficiales, en las que se espera encontrar un reconocimiento que no llega, porque los integrantes de esa “pareja” no se dan el tiempo que permita que la sensación se convierta en emoción y la emoción en afecto. Se privilegia la cantidad antes que la calidad de los vínculos y esto aumenta el vacío interior, quedando la persona encerrada en un círculo vicioso.

Sólo en el verdadero encuentro con otra persona en cuerpo y espíritu, sintiéndose en unidad y viviendo al otro-a igualmente se siente la plenitud que nos revaloriza, que nos afirma en nuestra identidad, que nos permite la superación de la soledad inherente al ser humano.

La pérdida de la capacidad para intimar y comprometerse emocionalmente puede llevarnos a la pérdida de la armonía con nosotros-a mismos-as, con los demás y con la vida.

Bibliografía:
Gomensoro, A. y Lutz, E.(1989), Geografía del sexo. Edit Nuevo Mundo. Montevideo, Uruguay.
Hite, S. (1976). El informe Hite, E. Plaza & Janés, reedición.
May, R.(1989). Love and Will. edDelta

Publicado en el Diario La República (de las Mujeres) de Uruguay el 10.10.1989. Ponencia leída en el Congreso de Sexología en 1989.

Pintura: Los novios, Chagall

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